Estamos en una era en la que lo superflúo se sobrepuso a los instintos básicos de supervivencia, los muros de concreto, uno de los grandes orgullos del hombre degenerado, que han nublado la vista del hombre y reducido su visión periférica no aislan el peligro, todo lo contrario, lo está encerrando y reduciendo su espacio, para a la larga enfrentar a todos los humanos.
Cada vez más fusionados con la tecnología y desprendidos de nuestras capacidades físicas, vamos perdiendo las virtudes que en otras épocas evitaron que el hombre muriera de hambre, frío o que cayera en una disputa por un territorio que asegura su existencia.
¿Qué pasará entonces si fueramos arrojados fuera de nuestra prisión de concreto? Con suerte los aparatos elecrónicos (otro avance encumbrado por el hombre degenerado) funcionarán un par de días, con suerte un par de semanas, ¿y luego qué? ¿cuál será la suerte del hombre que decidió no disponer de sus instintos para dar paso a las banalidades?
Todos estamos de acuerdo que los aparatos electrónicos lograron facilitar diferentes tareas, son útiles en muchas circunstancias, pero lo que no podemos permitir es que un medio, como lo son estos aparatos se conviertan en un fin. El ritmo de vida moderno convirtió a muchas personas en lo que los psicólogos definieron “compradores compulsivos”, tal cosa no existe, solo existen idiotas que se dejan llevar en exceso, facilitando así que el círculo vicioso de comprar-acumular-desechar continue.
Debemos repetir hasta el entendimiento que estamos obligados a superarnos, así que necesitamos terminar con ese ciclo de consumo absurdo y despertar nuevamente nuestros instintos, debemos escapar del concreto para volver a lo natural.
Bajo la dictadura del hombre no es posible ya volver y establecerse en los campos, pero si por un par de días, podremos lanzarnos hacia los brazos de los bosques y montañas, y allí, en compañía del canto de las aves, de la fuerza del viento, el refugio del fuego podremos medir cuánto valemos realmente, cual es la fuerza y que tanto somos capaces de retornar al esquema de la verdadera vida.
No hay otro camino a la libertad sino este, no hay otra forma de ser verdaderos hombres ¡esa es la verdadera revolución!
Desde la Trinchera 